De Sanlúcar sobran explicaciones de carácter geográfico, histórico o gastronómico, ámbitos todos por los que nuestra ciudad es conocida y reconocida a nivel mundial tanto por los que vienen, por los que están y por los que van a venir. A Sanlúcar se viene y se vuelve por su hospitalidad, por su ambiente, porque se quiere repetir esa tapa que tanto nos gustó, porque nos quedamos sin tiempo para visitar algunos de sus palacios o, simplemente, porque nos supo a poco aquella fugaz y maravillosa puesta de sol de finales de septiembre. A Sanlúcar se vuelve a compás de mirabrás por sus calles y sus plazas. Por ellas se regresa de penitencia y romería a la nueva salida de una cruz de guía, a la copa de manzanilla de un jueves de feria por la tarde o a la divertida apuesta en una caseta infantil de carreras de caballos. Por su mercado de abastos coloreado de naranja y plata a primera hora de la mañana, por el tocino de cielo de las monjitas, por las tortillas de camarones y por el fondo de pantalla que Doñana le pone al Guadalquivir en nuestra playa. Se vuelve por su vino, por sus papas, por su gente y por la inquebrantable piedra histórica de un castillo que contempla, desde su torre del homenaje, a una de las ciudades más bonitas del mundo. Bienvenidos a Sanlúcar.